Durante el mes de septiembre nuestros hijos e hijas han vuelto de nuevo al colegio y, en algunos casos, han hecho por vez primera su entrada en un centro educativo. Seguro que muchos padres y madres han acompañado expectantes a sus hijos de menor edad que acudían por primera vez a su escuela infantil o que ingresaban por primera vez en el nuevo colegio. En muchos casos padres e hijos han vivido esa experiencia con ansiedad y preocupación, y en otros casos la entrada ha estado acompañada de gran angustia y llantos. En algunos casos, los docentes habrán comentado a las madres y padres que han ido a recoger a sus hijos que estos han permanecido callados, aislados o han mostrado gran timidez en sus relaciones con los compañeros. Y, seguro, que han quitado importancia indicando que tras los primeros días todo esto se irá pasando.
Es cierto. Lo normal es que pasados los primeros días los pequeños se hayan adaptado a su nueva situación, hayan comenzado a hablar con sus compañeros y profesores, y comiencen poco a poco a hacer amigos entre ellos. Pero, ¿qué pasa si lo normal no es lo que ha sucedido? ¿qué sucede si la niña o el niño se niegan a hablar en el colegio?
No es frecuente, pero en ocasiones hay niños que después de su ingreso en la escuela infantil o el colegio, tardan bastante tiempo en comunicarse con compañeros y docentes. Se mantienen mudos, y a lo sumo se hacen entender por gestos. Sin embargo, en el ámbito familiar el menor habla sin problemas, se comunica con sus padres o hermanos, aunque posiblemente se haya observado que es muy tímido con extraños y no suele hablar con ellos. Si después de los primeros meses de escolarización el problema comienza a resolverse no hay que preocuparse, solamente estar atentos el curso siguiente para comprobar que no vuelve a suceder.
Sin embargo, hay casos donde el problema persiste más allá de los primeros meses de escolarización. La niña o el niño siguen sin hablar después del primer trimestre, aunque quizás se comunique por gestos con algunos de sus compañeros y el profesor. Sin embargo, el niño permanece mudo para el resto. Es muy posible entonces que el niño tenga un problema conocido como mustismo selectivo. Éste es un tratorno psicológico raro, aparentemente sin importancia en un primer momento, pero que con el tiempo puede tener repercusiones graves en la vida del menor. Así, afectará no sólo las relaciones sociales del niño, sino también su rendimiento escolar, y tiene muy mal pronóstico si no se trata a tiempo.
Cuando el niño parece presentar mutismo selectivo, y una vez comprobado que no mejora su funcionamiento tras los primeros meses de escolarización, es necesaria la intervención de un psicólogo infantil especializado en este tipo de problemas. Primero debe comprobarse que el problema que se trata es un mutismo selectivo, y si es así debe intervenirse lo antes posible. Con la ayuda de los profesores y adultos que rodean al niño, y con una gran paciencia, el problema podrá ser solucionado con lentitud pero satisfactoriamente.