Últimamente me he dado cuenta de la mala prensa que tiene esto de la maternidad. Parece que para el común de los mortales esto de ser madre tiene más contras que pros y obviamente yo no puedo cuestionar una percepción subjetiva que no es discutible. Cada quien lo vive a su manera y con sus circunstancias. Y aunque tengo que reconocer que para mí el embarazo (sobre todo el principio) y la post-cesárea traumática me resultaron una experiencia que se alejaba sustancialmente de la imagen idílica de la maternidad que nos ofrece la publicidad, el tema de ser madre, pasados los primeros tres meses fatídicos, a mí me está gustando.
Por eso quiero aprovechar este espacio para destacar pequeñas cosas que realmente han mejorado al compartir mi día a día con mi hijo:
1- Haces mucho el ganso
Reconozco que antes de ser madre lo de ver a alguien frente a un bebé haciendo el canelo me daba bastante vergüenza ajena. Llamadme rancia o lo que queráis, pero antes de tener al peludo a mí eso de hacerle cucamonadas a un crío no me salía.
De hecho al principio trataba de hablarle a la pequeña flor como si de un adulto se tratase. Y si bien quería estar conmigo (lo lógico, siendo yo la madre) la verdad es que me miraba con bastante cara de pez. Sin embargo era ver a cualquier otra persona delante haciendo chorradas delante suyo, hablándole dulcecito y todo eran atenciones y sonrisas. Aprovechando las horas de intimidad con la criatura empecé a hacer experimentos y no me queda más remedio que reconocerlo: hablar a un bebé cantadito, usando diminutivos y gesticulando mucho marca definitivamente la diferencia.
A estas alturas, con un bicho de casi 17 meses soy una gansa monumental y sí, el placer que me produce es salvaje.Te ríes másYo no sé qué nos pasa a los adultos en general que tenemos una tendencia brutal a pasar el día de malas pulgas. Un hecho amargo en la jornada, por diminuto que sea, tiene la capacidad de mantenernos con el gesto torcido hasta que pillamos la cama.
Mi carácter me empuja a tratar de sobreponerme a estos momentos de cascarrabiosismo (generalmente asociados a la jornada laboral, ejem, ejem) porque la vida es corta y tal. Después de ser madre me he dado cuenta de que mi bebé es el antídoto perfecto para aniquilar ese mal humor chorra. Es verle y empezar a hacer el pavo. Y claro, ya con eso te ríes.
Pero es que encima asistes a cada uno de los pequeños cambios que van sucediendo durante su crecimiento y eso es alucinante. En serio. ¡Es que a uno le emociona hasta que su bebé empiece a cagar sólido! No te digo ya cuando escuchas sus primeras sílabas, cuando echa su primera carcajada o cuando por primera vez te abraza. ¡Qué momentazo! Te ríes y te derrites simultáneamente. Si estás atento al día a día, si vives el presente, tener un bebé de verdad que es una fiesta. Y vale, que no lo niego, que ha habido, hay y habrá momentos muy duros. Pero lo alucinante que es ver al diminuto crecer no lo cambio ni por un año en las Maldivas.
2- Vuelves a jugar
Se habla mucho de lo importante que es el juego en el desarrollo de un niño. Dicen los expertos que es fundamental que los niños jueguen y experimenten. ¡Pero nadie habla de lo alucinante que es jugar para un adulto! Y cuando hablo de jugar no me refiero al puñetero candy crush, o a las malditas videoconsolas que son de un atocinante que horripilan, sino a esos momentos irrepetibles que pasas con la criatura jugando, bailando, leyendo o cantando.
Desde el punto de vista de un adulto el juego de un bebé puede ser un tostón, no lo niego, pero si le pillas la onda y lo ves desde su perspectiva de descubrimiento y permanente ensayo error, es la leche (como la lactancia).Desarrollas la pacienciaCuando tienes a un pequeño ser entre tus brazos, un diminuto que es carne de tu carne, pasas por muchos momentos que son difíciles porque la vida sigue al margen de tu maternidad y claro, estás cansada.
De hecho creo que esa es una de las cosas que más cambian cuando te multiplicas: que no puedes descansar muchas veces aunque te apetezca, que no puedes descansar aunque incluso lo necesites. Pero eso merece un post aparte.
La cuestión es que desde que soy madre me doy cuenta de que soy muchísimo más paciente: me autocontrolo mucho más y con él casi nunca pierdo los papeles (a veces sí, eh, pero rectificar es de sabios). Y cuando me cuestiono por qué ahora soy más paciente la respuesta está clara: porque deseo que la base de nuestra relación sea el cariño y el respeto mutuos.
Y por eso no quiero contaminarla con urgencias o exigencias absurdas y me dedico a disfrutar con un ritmo vital pausado y hasta cierto punto anárquico: no hay que cenar en un tiempo concreto, ni dormir a ciertas horas por decreto, no es necesario comérselo todo si no tiene hambre y si le apetece jugar pues juega. Y cuando algo no se puede y se enfurruña, pues se comprende su enfado, se le explica por qué no se puede y se le acompaña.
3- Aprovechas más el tiempo
Es una verdad como un templo que la maternidad reduce tu tiempo libre. Es algo evidente y lógico. Un nuevo ser que depende de ti completamente entra en la ecuación de tus horas diarias disponibles y el porcentaje de tiempo que vas a dedicarle, sobre todo durante los primeros años, es muy alto. Como tienes menos tiempo eres consciente de que tienes que aprovecharlo más y sorprendentemente lo consigues.
Durante los 3 primeros meses y con todas las movidas que tuvimos yo no era persona y no podía hacer nada más que ocuparme de él y recuperarme a duras penas. Los siguientes 3 meses estuve volcada en la reforma de nuestra vivienda y tampoco di pie con bola para nada más. Y los 3 siguientes los necesité para encajar todo lo que habíamos vivido en los meses anteriores y superar ciertos traumas. Hasta ahí como una ameba. Pero pasado ese tiempo comencé a retomar todas mis inquietudes y actividades previas a la maternidad.
Y con un ritmo diferente: es increíble lo resolutiva que me he vuelto haciendo la compra, lo que me cunden las siestas del peludo o la de tiempo que he aprendido a robarle a mis horas de sueño. Y no es que no duerma nunca. De hecho yo creo que ahora duermo más.Ahora el peludo ha entrado en ese momento mitológico del sueño infantil en el que puede dormir 12 horas seguidas con un único parón sobre las 6 o 7 de la mañana para tomarse un biberón. Yo aprovecho y me suelo hacer un par de curas de sueño a la semana: días en los que duermo 9 o 10 horas y me levanto como una rosa y con energía acumulada para poder pasar dos o tres noches durmiendo menos de 6.
También hay noches malas, lo reconozco, pero son minoritarias. Y esta claro que esto del dormir depende de muchos factores azarosos tan variables como son los propios niños. Y hay etapas. Pero este ritmo de sueño que lleva teniendo desde hace unos meses la verdad es que da mucho juego.La realidad es que tener un tiempo libre limitado y ser consciente de esa limitación a mí me hace disfrutar mucho más de las cosas que hago. Digamos que no queda espacio para el aburrimiento y me encanta.Yo no sé qué ocurrirá cuando el peludo entre en plena adolescencia. Igual entonces me arrepentiré, maldeciré en arameo y desearé con todas mis fuerzas haber metido a mi pequeño en el horno con una manzanita en la boca y habérmelo comido cuando aún su tamaño me lo permitía.
Pero de momento la maternidad es una aventura genial que me está convirtiendo en una persona mejor.¿Vosotras qué opináis?
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